Capilla Buffo

La historia

En uno de los bordes de Unquillo, en el paraje denominado Los Quebrachitos, se levanta una capilla única en su estilo, dedicada a la memoria de Leonor Allende, esposa de Guido Buffo, pintor, esteta y un hombre de ciencia.

La capilla Buffo, construida en la cima de una montaña de mediana altura, domina una zona de tupida vegetación, que está en medio de unas de las reservas más importantes de la provincia.

Un río serpentea a pocos metros de su entrada; las aguas parecen arrullar el ambiente. Como se sabe, las tardes cobran colores nuevos en la montaña; los atardeceres tienen un sonido particular que se cuela por la puerta de la capilla, extraña a la arquitectura que domina este tipo de construcciones.

Guido Buffo

Quizá porque Buffo era un hombre de espíritu inquieto o porque el dolor en algunas personas se vuelve creativo, lo cierto es que la capilla mortuoria dedicada a la memoria de su esposa Leonor es una estructura en la que se reúnen formas clásicas con otras vinculadas con una visión cercana al esoterismo.

Desde afuera, 35 escalones separan la entrada de una suerte de explanada hecha en la montaña. Cuatro columnas sostienen la cúspide. Tardó nueve años en construirse (1941-1950) y en sus vitrinas, Buffo decidió que se guardaran las pertenencias más queridas por la pareja.

En verdad, su entrada de madera en forma ojival que repite la cúpula y en el interior una densa capa de nubes que simula un firmamento habla de una mano dirigida por la fantasía de encontrar una réplica del edén en el que sus seres queridos lo estarían esperando.

La forma ovoidal domina la escena; una cruz tallada en una especie de campanario, sin campana, se vuelve una señal clara del sincretismo de este investigador con, al parecer, espíritu de alquimista, que pintó con la técnica del mural, utilizada por los renacentistas italianos. Imágenes de su fallecida esposa como de su hija las muestran en una actitud apacible.

Su arquitectura está desarrollada a partir de la forma de los capullos de cardo santo; para su acústica, pensó en el sonido que se siente al invertir un caracol de mar, ya que según este investigador podría escucharse el interior de la tierra.

En su entrada, sobre la izquierda, grabó sobre la pared la Quinta Sinfonía de Beethoven y la oración de Jesús en el huerto, tomada de la pasión según San Mateo, hoy virtualmente desaparecidas por el paso del viento.

Sobre las paredes interiores hay una línea de pinturas unidas por sus títulos: “Elogio a Dios”, “Elogio al sentimiento” y “Elogio al intelecto”, es decir, Guido Buffo reunió en la capilla tres facetas de su personalidad, el amor a Dios, a su familia y a la razón. Tres formas casi de deidades, por la importancia atribuidas en el recinto.

En el “Elogio a Dios”, Buffo tomó una visión alejada del antropomorfismo y muestra a la creación como una burbuja de la que se desprenden seres del mundo animal, del mundo vegetal y del mundo mineral. Junto con esta imagen que cubre todo un sector de la capilla, fragmentos de la Biblia, escritos de Leonor Allende y una explicación sobre su obra en sentido amplio.

Palas Atenea

En otro sector descansa su “Elogio al sentimiento”, donde Buffo propone una visión celestial donde su esposa, al lado de Palas Atenea, diosa de la sabiduría, contempla a su hija dormida, cuyo sueño, además, es velado por un puñado de ángeles. Al pie de este mural está la cripta donde hoy los tres, Leonor, Eleonora y Guido Buffo descansan. “Elogio al intelecto” no fue terminado.

Buffo incursionó en diferentes disciplinas que plasmó en su capilla. Por ejemplo, hay un péndulo que hizo del recinto un observatorio sismográfico. En efecto, en 1945, instaló el primer péndulo de Foucault que convirtió el recinto en un centro que pudo predecir sismos con 48 y 72 horas de antelación. Mientras terminaba la capilla su estado de salud empeoró y dejó unas palabras de despedida: “Necesito mantenerme en un estado de paz espiritual y quietud mental? Insisto en mi llamado de atención para que otros científicos, jóvenes, no anquilosados, continúen este estudio”.

Buffo había nacido en Italia, Trevisto, el 12 de marzo de 1885, estudió en París, Turín, Venecia y con sólo 17 años asistió a la instalación del péndulo de Foucault, en el Panteón Nacional, de París. Llegó a la Argentina en 1910 y se radicó en las sierras de Córdoba. Leonor Allende nació en Córdoba el 11 de abril de 1883, fue una de las primeras periodistas cordobesas y falleció el 24 de marzo de 1931, a causa de tuberculosis. Tuvieron una hija, Eleonora, nacida el 25 de junio de 1917 y fallecida el 6 de septiembre de 1941.

Siete kilómetros separa la Capilla Buffo del centro de Unquillo, una ciudad que tiene belleza y arte, no sólo en sus solares sino también en sus artistas.

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